Seis
10:00 a.m.
— Color naranja sería mejor. Claro, naranja, para combinarlo con las rayitas amarillas que le pienso poner por los lados. Además, señor, el papel debe ser un poco resistente: no tan grueso, pero más o menos resistente; ya sabe usted: los pliegos son un problema si se trabaja con cartón, y si es muy pesado: no vuela.
Así hablaba el joven con el señor de la papelería. Detalles tan nimios para mí, tan importantes para él: Nicolás: 19 años, flaco, pálido y encargado de hacer un avión artesanal.
— La verdad no entiendo por qué me dejaron una actividad como esta—me decía de camino a casa—, alguna buena razón tendrá el profesor. Como te digo, estudio Licenciatura en Español y Literatura, tal vez esto tenga algún fin pedagógico bien interesante... Ya lo veré.
11:00 a.m.
Después de haber visto varios modelos en la página de internet favorita de todo adicto a los videos, Nicolás eligió uno interesante: avión nada convencional, con formas futuristas, algo así como el del clásico animado Transformers.
—Este me gusta bastante, aunque tiene ciertas complicaciones, pero no importa, de todas maneras este es un trabajo algo entretenido; además, ahora vendrá mi novia, tal vez me ayude. Ya sabes, como toda mujer es buena para las manualidades; por ahora, haré alguno doblez...
2:30 p.m.
La primera impresión que me produjo la novia de Nicolás fue de agrado: una sonrisa en el rostro fue su carta de presentación. Estudian la misma carrera y se hicieron novios ahí.
—A mí me gustan las manualidades —me dice con un tono alegre— por eso vine a ayudarle. Además, estoy un poco estresada, debo leer mucho, esto me entretendrá.
3:30 p.m.
Hablaron, doblaron y pegaron. Este trabajo durante cierto tiempo, pero al fin terminaron, claro, aunque faltaban los arreglos, los pequeños detalles que estarían a cargo de la dama.
—Las rayitas amarillas que dijiste, por los lados —comenta la señorita su novio—, así quedará bonito; aunque quién sabe si vuele —dice en tono bajo—; ustedes se imaginan: ¡un avión que no vuele! —ríe y quedamos en silencio.
Nueve
8:20 a.m.
—Buen trabajo —le digo.
—Sí, después de que te fuiste arreglamos unas cosas y quedó muy bien.
Nicolás está con su grupo de estudio. Han llegado todos, incluso el profesor, con aviones artesanales y caras de felicidad. Sonrío, parecen niños que en agosto salen a elevar cometas; algunas fotos para el recuerdo; están atentos a la orden del maestro y: ¡a volar!
8:30 a.m.
Nicolás me mira.
—Ya lo dijo tu novia —le digo.
—Sí, pero no creí que fuera de esta manera.
El avión salió de sus manos y el viento lo rechazó. Estuvo en el aire unos segundos y al charco cayó.
—En fin —le digo—, un vuelo.