domingo, 21 de agosto de 2011

El cine: ¿cómo se articula la oralidad?


MANIPULACIÓN Y HERMANDAD

La cultura verbomotor es aquella que conoce la escritura, pero potencia la oralidad para fines comunes, en pocas palabras: en la interacción humana. Esta es una de las características presentadas por Walter Ong en su libro Oralidad y escritura, para determinar la psicodinámica de la oralidad. Para este caso, si se trata de relacionar dos objetos artísticos como Cinema Paradiso y Cocholat, filmes que representan características de cualquier sociedad, se puede decir que presentan a culturas verbomotoras: hay conocimiento de la escritura, son culturas secundarias, pero favorecen el discurso oral.

En estos párrafos, condenados a la brevedad, aunque si hubiese extensión no habría mucho que decir, se intentará exponer un punto en común entre las dos películas, una característica de la psicodinámica oral: La colectividad, a causa de la predominancia del discurso oral.

Hay dos puntos de convergencia en las poblaciones donde se desarrolla la realidad de las películas: El cinema paradiso y la iglesia. ¿Qué pasa con estos lugares? Son de predominancia oral, aunque el cine, a veces mudo, da pie al signo visual. Ahora, si son puntos de convergencia, de reunión, estos potencian el conocimiento de una otredad en el otro, en el vecino, en el coetáneo y no la introspección. Por ejemplo, en Chocolat podría afirmarse, partiendo de términos de Walter Ong, que esevidente la reunión en la iglesia, la tertulia, la cosmología y creencia arraigada. Dios le habla a los seres humanos, no les escribe. Así, son una comunidad y no una individualización[1]; si hay texto, hay manipulación por parte del alcalde, hay una relación entre el sacerdote, el sermón y el pueblo; hay una memoria colectiva que hereda y arrastra las mismas creencias, hay una liturgia, un texto sagrado y una comunidad. Por esta razón, esa población que exterioriza en el otro, en esa otredad que es el vecino, juzga a través de la colectividad y no de la interiorización, de la reflexión.

La otra cámara enfoca a Totó y al grande Alfredo. ¿Qué pasa en su mundo? ¿Alguna diferencia? Tal vez, aunque no tanta, ya no se habla del cura de cuerpo presente, en el púlpito, dando un sermón manipulado, sino del sacerdote oculto, con la campanita, vetando cada escena patémica, cada expresión de amor y representación, de felicidad… En fin, otra vez la manipulación y ¿qué más?, pues la colectividad, la reunión en el teatro. Este es la comunicación que prima en las dos películas. Los puntos de convergencia, que son la autoridad: el alcalde, él grande, soberano y manipulador; el sacerdote, inmaculado y manipulador…  He aquí a los narradores que cuentan lo que pide o va a tolerar el público[2]. He aquí la manipulación y la hermandad.




Kerkabón



[1] ONG, Walter. Oralidad y escritura. Tecnología de la palabra. México D.F.: Fondo de cultura económica, 2004, p. 78.
[2] ONG. Óp., Cit., p. 71. 

sábado, 20 de agosto de 2011

Martin entrevista a un brasilero acerca de la enseñanza de lengua extranjera: Para todos ustedes un reportaje desde Barranquilla


REPORTAJE:
LA ENSEÑANZA DE LA ESCRITURA DEL ESPAÑOL COMO LENGUA EXTRANJERA EN BRASIL. ENTREVISTA  A DANILO GUIMARÃES, ESCRITOR, TRADUCTOR Y PROFESOR BRASILEÑO

El VI congreso de la cátedra Unesco para el mejoramiento de la lectura y escritura se llevó a cabo en Barranquilla en junio del presente año. Allí conocimos a Danilo Guimarães, un escritor, traductor y docente brasileño con el que hablamos de rumbas, de fútbol y de escritura. Lo conocimos en la antesala al taller que daría Daniel Casanny el primer día del Congreso. Nos pidió el favor de que le tomásemos una fotografía cuando él estuviese explicando su ponencia. Empezamos a hablar con él, y cuadramos, para el día siguiente, una entrevista después de un almuerzo de salmón y una bebida bien fría.

Junto a cinco de mis compañeros, elaboramos el cuestionario. Era necesario haber conocido sus textos y proyectos antes de sentarnos frente a él para hablar sobre escritura. Sin embargo, el Congreso abría otros espacios, como la enseñanza o el aprendizaje de la lectura o escritura, campos en los que somos educados en la universidad. Debíamos partir de ahí: hacer preguntas en las que se relacionara la enseñanza con la escritura, y una de las ponencias del doctor Parodi aclaró nuestras dudas y aportó las últimas ideas: debíamos preguntar acerca de la enseñanza de la escritura del español como lengua extranjera en Brasil. Esa noche, entre los cinco hicimos el cuestionario; dos estábamos allá, pero la tecnología acercaba propuestas y opiniones a Barranquilla.

El primer congreso de SICELE (Sistema de certificación del español como lengua extranjera) es en Puerto Rico, un país que habla español de una manera distinta, debido a dos factores: primero, está rodeado de mar; el español en las zonas costeras es siempre muy diferente. Segundo: Es un país en constante contacto con Estados Unidos, lo que ha llevado a que se hable algo muy similar al spanglish.

Certificar el uso de la lengua española latinoamericana en el mundo es tarea difícil. Por cada país, hay cientos de variaciones de la lengua. ¿Cuál elegir para un examen de esta categoría? ¿Cómo hacer este examen sin discriminar alguna variación? Estas preguntas se discuten aún y buscan hallar respuesta en Puerto Rico el próximo año.

Por el momento, debíamos preocuparnos por las dificultades del aprendizaje y de la enseñanza del español como lengua extranjera en Brasil, país que, según nuestro entrevistado, se caracteriza por su miríada de variaciones.

Terminamos nuestro almuerzo y nos dirigimos al Coliseo de la universidad del Norte, donde pancartas y libros alusivos a la enseñanza y a la escritura daban la bienvenida a nuestra entrevista con el profesor Guimarães. Contextualizamos el tema: hablaríamos de la enseñanza de la escritura del español como lengua extranjera en Brasil.

A partir de su experiencia como escritor brasileño y docente de español como lengua extranjera ¿cómo define la escritura?

La escritura en lengua extranjera en Brasil forma parte del proceso cognitivo del aprendizaje de la lengua. La escritura es una dificultad, la máquina de dificultad de los alumnos brasileños en el aprendizaje de su propia lengua y del español como lengua extranjera. Aunque estas dos lenguas sean casi gemelas, en portugués no se escribe como se habla, y esto lleva a que el proceso cognitivo de aprendizaje de la lengua extranjera sea un poco más difícil, pues la lengua meta tiende a ser muy disímil de la lengua materna. Otro factor que dificulta el aprendizaje del español es que los brasileños no escribimos ni leemos lo suficiente en nuestra propia lengua. A propósito, hay que tener en cuenta que la lectura también es, por ende, una de las competencias más difíciles de desarrollar. Claro está que por medio de la lectura se puede lograr un vasto conocimiento de la lengua meta. Tanto una competencia como la otra hacen parte de los principales problemas del aprendizaje del español como lengua extranjera.

¿En qué sentido, en Brasil, se escribe distinto a como se habla y hasta qué punto influye tanta variación en la enseñanza de la escritura?

Las estructuras sintácticas son distintas. El habla de Brasil es muy informal: en Brasil utilizamos jergas para todo. Además de la clase, por ejemplo, la gente de la favela tiene muchas más jergas que la gente de estratos sociales altos, pero tanto en una como en la otra escriben de manera distinta a como hablan. Cuando se enseña a escribir en portugués, es difícil lograr que el estudiante escriba de una manera distinta a como se expresa; por esa razón es muy difícil hablar y escribir a la vez el portugués; y sin duda alguna es mucho más difícil escribirlo que hablarlo.

¿De qué manera el aprendizaje de una lengua extranjera influye en el desarrollo cognitivo de la lengua materna?

No sabemos en qué momento empezamos a hablar; no sabemos por qué hablamos: Mamá, yo quiero agua. No sabemos por qué la sintaxis es así y no de otra forma; no pensamos en qué es un verbo o un adjetivo. Cuando se aprende una lengua extranjera, se logra aprender eso: la estructura y su funcionamiento en la lengua meta y, por añadidura, de la lengua materna. Esto lleva a que el estudiante reflexione: ah, es por eso que pedimos agua, porque aquí hay un pronombre, un verbo y un complemento. Cuando aprendemos la lengua extranjera, aprendemos también a pensar un poco en cómo funciona nuestra lengua. Es muy interesante, desde este punto de vista, aprender una lengua. En Brasil, muy poca gente aprende el francés; el español lo estudian en gran porcentaje, pero en su mayor parte, el inglés.

¿Cuál es la metodología usada por los profesores del Brasil con respecto a la enseñanza del español como lengua extranjera?

Estamos en el tiempo del Pos método. Hace algún tiempo, utilizábamos el método de traducción; autores como Chomsky y otros especialistas. Pero, en Brasil hemos visto que cada alumno tiene una forma distinta y más fácil de aprender. Hay alumnos que aprenden la escritura escuchando, otros que necesitan leer o ver la estructura de la lengua para saber escribir, para saber leer; y ahora utilizamos el Pos método, que es la unión de todos los métodos y el saberlos usar en cada habilidad o competencia de los alumnos. Si el alumno necesita mejorar la comprensión oral, se refuerza esa competencia. Si tiene fallas en la lectura, se le dan libros. En Brasil, no hay un método, sino muchos: es el tiempo del Pos método.

A partir de este Pos método que expone Danilo Guimarães nos surge una duda acerca del planteamiento del trabajo, debido a la cantidad de alumnos de los que se debe ocupar un maestro en la educación brasilera.

¿Con cuántos alumnos por grupo deben trabajar en su país?

Aproximadamente son cuarenta estudiantes en los grupos de Primaria, cincuenta en Ciencias medias y cincuenta en Educación fundamental, que es el grupo preparatorio para el examen de selectividad, que permite el ingreso a la universidad. Hay un aspecto bastante interesante que consiste en el hecho de que cuando se trabaja un cursos de lengua extrajera en nuestra universidad, se hace con grupos de quince estudiantes, que es mucho más reducido; además, se da la oportunidad de las tutorías, donde me encargo en varias sesiones de suplir las necesidades, las dudas, de algunos estudiantes.

Aunque el profesor no esté muy bien enterado, pues comenta que este aspecto de la cantidad de estudiantes por grupo es muy diferente a la nuestra, la situación no es muy distinta. Podríamos llegar a la conclusión, acerca de este tema, de que en Latinoamérica cada vez hay más hacinamiento en las aulas educativas, fenómeno que afecta gravemente los intereses o planteamientos curriculares.

Usted comenta que en las tutorías se suplen las necesidades que tienen los estudiantes en el aprendizaje: ¿cuáles son las dificultades o falencias que más presentan los estudiantes al aprender la lengua escrita?

Es sencillo: Los estudiantes brasileros ni siquiera escriben en lengua materna; si se parte de este punto, ¿qué se puede esperar para el caso de la escritura en lengua extranjera? Esta es una de las dificultades más grandes para nosotros, los maestros en Brasil. Debemos motivar al estudiante a que escriba. Debemos mostrarles las necesidades que nos llevan a escribir a comunicarnos a través de la lengua escrita. Ahora, otro fenómeno en contra es el internet: en muchas ocasiones cuando queremos plantear ejercicios de escritura, nos encontramos con el reflejo de una comunicación oral e informal. Los registros de lengua deben ser muy distintos. Tú no escribes como hablas, y esto es lo que muchos de ellos no comprenden, ¿por qué?, por el fenómeno de la internet. El Facebook es uno de estos actante; en el proceso comunicativo a través de este medio, se promueve la utilización, por ejemplo, de apócopes, que va a ser un fenómeno de perdición lingüísticas, que responde a la economía de lo oral. La pérdida de consignas gramaticales, la falta cuidado por la coherencia y la cohesión. En fin, la internet afecta bastante este proceso de aprendizaje de escritura en lengua extranjera.

Y si partiéramos de las propuestas hechas por el maestro Daniel Cassany ayer en su conferencia: ¿cómo considera usted que el internet, ese ente maligno, potencia la expresión escrita?

El Blog es el medio tecnológico que yo más utilizo en el desarrollo de los cursos. Pero vuelvo al mismo punto: siempre hay que hacer una aclaración al estudiante para que abandone el registro de lo oral, y utilice uno estándar a la hora de escribir; para que respete las leyes gramaticales y ortográficas. Él no puede escribir en el Blog, que es de un contenido más serio, de la academia, como se comunica con sus compañeros a través del Facebook. Hay que ser conscientes de la diferencia que hay en cada situación comunicativa.

Por otro parte, si el internet es un fenómeno duro para trabajar, el uso de extranjerismo, anglicismos, por ejemplo, es más duro aún. Por este motivo se está  promoviendo una ley en Brasil que no permitiría el uso de estos extranjerismos, todo a favor de la lengua  portuguesa.

Quedamos en este punto, pues el tiempo no nos permite alarga la discusión que a partir de estos últimos comentarios sería muy interesante. Planteamos algunas consideraciones acerca de la construcción de identidad que se da en los sitios web, como el Facebook, y los dogmas lingüísticos que puede sufrir un maestro de lengua en muchas ocasiones. Hay aspectos que nos han parecido bastante radicales, en cuanto al internet y a al uso de los extranjerismo, pero en otra ocasión, esperamos, podremos discutir estos aspectos.

—Muchas gracias por permitirnos este diálogo, profesor Danilo.
—Muchas gracias a usted.
—Y de esta manera concluimos con esta entrevista. Esperamos que sea pertinente para todos ustedes en Bucaramanga. Jhon Monsalve y Nicolás Gómez desde Barranquilla. Hasta luego.

martes, 16 de agosto de 2011

Hucbert s'est cassé la main (Crónica)



DESCANSA EN EL HOSPITAL



Y el séptimo día lo designó para el descanso: “Hijos míos, he trabajado mucho creando este aposento; ahora: he de descansar.” Y muchos suponemos que hay que hacerlo, porque así lo manda Él. “Loado sea Dios, que ha cada bonito dio su pero y a cada feo su gracia”, como dice San Tropel. Y aquí estoy yo, usuario del Sisbén, en la sala de urgencias del Hospital San… de Floridablanca, esperando hace tres horas a que me quiten el dolor en la muñeca izquierda, a causa del regocijo matinal de domingo —el día del descanso—donde intenté hacerle quite, estilo Ronaldinho, a Miguel, el de 13 años, que me sacó el balón, y me llevó a ver mil colores, después de caer sobre la mano.


¿Me pueden atender?

Hacia las once de la mañana llego a la sala de urgencias del hospital. Es domingo —el día de descanso—, y la sala está llena. Varias señoras, un anciano, tres niños… y un mundo de gente más. Lo primero que debo hacer es acercarme a la ventanilla; está enfrente de la banca donde nos debemos sentar todos los enfermos —se supone, eso sí, porque hace mucho que no hay cupo para un pobre más­. La señorita que está tras las rejas — ¿será que están ahí para defenderla de la enfermedad: de la pobreza? —habla por teléfono, y a los tres minutos me bendice con su atención.

— ¿Qué le pasó?
 —Me caí y me partí la mano.
—Páseme el carné, ¿está vigente?
—Pues, sí; yo creo. Tome.
—Siéntese en la banca que ya lo llamamos.

“Ya lo llamamos.” Retumba en mi cabeza. ¿Será que ella, señorita tras las rejas, también es doctora? O: ¿será que sufre de lo mismo de lo que se enferman todos los servidores públicos colombianos? Se incluyen en esa primera persona del plural cada vez que se refieren a lo que hace un superior —o bueno, no hay que hablar de jerarquización, mejor: alguien que ha estudiado más. “Ya lo llamamos; lo asesoramos; lo atendemos; le solucionamos el problema…”, en boca de porteros, secretarias, celadores… Me siento y empiezo a observar. Es domingo—el día del descanso—, y no creo que haya mucha emoción.

La ambulancia

Y yo pensando que el día de descanso es muy tranquilo, y que me van a atender rápido, porque: “¿Gente accidentada o enferma un domingo?, ¿el día de descanso?, ¡qué va!” Y vea pues, llega la ambulancia: un abuelo infartado. La escena es trágica, se baja la hija —una gordita, joven y pobre—, llorando: el anciano está muerto.

Me gustaría acercarme y preguntar: “¿Y qué se siente que se le muera a uno el taita?” Pero es imposible, nada me lo permite. Ni su dolor de hija —me lo imagino por la edad, y la forma como lo mira, ahí, frío, vacío—ni mi dolor en la muñeca.

El anciano entró enseguida —extraño entrar tan rápido estando muerto—, y no ha vuelto a salir. Y yo sigo aquí, con mi dolor —ah, para qué digo mentiras: tengo la mano tan inflamada que ya no siento—, y los otros trece compañeros. Han llegado dos hombres, un niño —coleguita con el brazo roto— y otro anciano con la cara reventada. Hay vendedores de “tinto, perico, aromática a la orden”, de minutos, de cigarrillos, de dulces y de papas.

Adentro

Hace media me llamaron: “Nicolás Gómez Rey”. Lo único que hice fue cambiar de lugar, deja a diez compañeros—porque entré con el coleguita y el abuelo reventado—, y prolongar la espera aquí adentro. Mi coleguita se llama Jairo, tiene catorce años y estaba jugando con su hermano: “Me lancé del camarote… Es que nos gusta la lucha libre, Jeff Hardy cuando se lanza de las cuerdas… Mi mamá ya me lo había dicho… Vea, manito, me jodí.” Los dos esperamos la ambulancia. Viene de la Clínica Ardila Lule para llevarnos a la toma de radiografías; aquí no se puede: están dañadas las máquinas.

Aquí adentro la cosa es peor. Hay un hombre —no lo vi entrar cuando estaba afuera—en una camilla muy cercana la piso. Está inconsciente, orinado, con popó en los pantalones y una herida —grande, bien grande— en la cabeza. Hay dos mujeres y dos hombres, jóvenes y aprendices de la Unab, mintiendo sus dedos en el cráneo. “Eso es un tacto”, me dice una enfermera mayor. Aquí todo es más sucio que afuera, huele extraño —algo muy parecido al alcohol—, y hay mucha gente: en camillas, de pie y en algunas sillas.

La clínica

—Mire, ahí está; esa es la fisura en el hueso de la muñeca. No le digo el nombre técnico, porque no lo va a entender.

Carlos tiene 30 años y es ortopedista. Es jovial, y se rió mucho de nuestra historia —la del jovencito de la lucha libre y la del jugador de fútbol fracasado. “Es que ya tan grandes y no maduran.” Carlos trabajo en la clínica Ardila Lulle hace ocho meses, y parece estar feliz. Cómo no. Este consultorio es silencioso y limpio, nada del ruido y la tensión del hospital. Carlos está rodeado de una biblioteca alta y de madera, hay muchos libros, parecen todos de medicina.

Este consultorio no es nada convencional, parece el refugio de un científico. Aquí se respira aire puro; y eso sí: el coleguita, la señora con el brazo roto, que trajeron con nosotros en la ambulancia, y yo parecemos negros en territorio de blancos. Estamos mal vestidos, y nada nuestro corresponde con toda esta elegancia. Carlos es muy gentil, y aparte de un médico parece nuestro amigo. Su auxiliar nos tomó las respectivas fotos —las radiografías, las radiografías—, y Carlos dio el dictamen.

—Gracias, doctor; muchas gracias.

Hospital, dulce hospital

A las seis regresamos; otra vez fuimos en la ambulancia por la autopista. Nunca había viajado en un vehículo sin ventanas: es extraño, enloquecedor.

El ortopedista del hospital, señor Juan Gabriel Uriel, médico UIS, llega un poco tarde; ya hemos tenido una jornada de dolor —bueno, de tanta inflamación, lo perdimos hace mucho. El señor Juan Gabriel es de actitudes muy tranquilas, manos pulcras y frías; debe de tener 50 años y mucha experiencia en el oficio…

— ¿Y cómo se hizo esto, muchacho?
—Jugando fútbol, a las nueve de la mañana.
—Huy, qué pena. Es que soy doctor a domicilio.
—Y mañana entro a la UIS.
— ¿La UIS?
—Sí, señor.
—Puro tropel, mijo. Puro tropel.

domingo, 14 de agosto de 2011

Hércules o Penn (Imitación)


Imitación, Kerkabón

Hucbert, el profesor (Crónica)

DOS HORAS COMO PROFESOR DE FRANCÉS

El día anterior me habían recomendado llegar quince minutos antes de que comenzara la clase; yo, haciendo honor a mi responsabilidad, llego a la hora en punto: ni un minuto más ni un minuto menos.

Me acompaña la sensación inquietante en la boca del estómago —ese pequeño ardor que sube, que camina, que molesta… “Gastritis, Nicolás, gastritis”, siempre repite mi madre—, pero es comprensible: nunca he hecho esto. Llevo estudiando tres años y medio —pues sí, pero no; yo no estudio Francés; aunque sí: son varios niveles; pero no: es Español y Literatura—, en fin: je suis nerveux.

—Oiga, Nicolás, no se quede ahí parado; tome la llave, y suba, que son la cuatro, y la doctora lo va a regañar.

Esa es Diana, una de las secretarias —son dos— que me saca del estado neutro en que me encuentro. Trabaja hace… no sé, pero hace bastante tiempo. Lo digo porque su hijo tiene diez años, y una vez me contó que cuando la Alianza estaba al frente, en una casa vieja, había un francés… “Olía muy feo; menos mal no estaba embarazada, lo hubiera estado y… me vomito”, esas son sus palabras, y si se atan los cabos, se sacan las cuentas… Sí, hace rato que trabaja acá. Diana es alegra; elle a l’allure sympatique, o sea, se ve buena gente; Diane es blonde, o sea, mona, et frisée, o sea, de cabello rizado… En fin, Diana es joviale.

La Alianza Francesa de Bucaramanga fue creada el 25 de noviembre de 1965, y en general, o sea en el mundo—atendiendo a lo que me cuenta Wikipedia —“nació el 21 de Julio de 1883 en París, por un grupo de célebres hombres, incluyendo el científico Louis Pasteur, el diplomático Ferdinand de Lesseps, los escritores Julio Verne y Ernest Renan y el editor Armand Colin”; la sede principal está en París —cómo no— y para la época en que escribo esto “cuenta con 1,040 centros en 136 países en los cinco continentes” — “¡redondito el negocio!”, dirá el querido lector.

Esta institución —sí, esta, la de Bucaramanga, porque no sé si las otras también—maneja un sistema de educación personalizada muy particular, curiosa, motivadora, agotadora, interesante… y hasta odiada: la tutoría. Las personas —digamos: profesores— que dan estas tutorías, por el gran valor de tres mil cien pesos las cuatro horas, dos veces a la semana, durante un tiempo indefinido son: los tutores. El hecho es que hace tres meses, aproximadamente, la profesora Edga Uribe —la misma de Francés tres, cuatro, Literatura Francófona y ahora Didáctica— de la UIS recomendó a doce estudiantes del curso, para que tuvieran el grande honor de ser tutores… Grandísimo honor que cumplimos actualmente seis primeros —seis restantes lo tendrán a partir de agosto—mínimo dos veces por semana. Yo, por ejemplo: los martes en la tarde y los sábados en la mañana. Valga decir: los tutores, muy de vez en cuando, en caso tal, cuando un profesor se enferma o se le muere la mamá o el hijo o el novio, o tiene que diligenciar un documento para viajar, lo remplazan.

Ya subí las escaleras —eso sí, antes saludé a Alejandra, la queridísima otra secretaria—y entré al baño. Me lavo las manos —como siempre antes de jugar en la ruleta—y hago “chichí”: los nervios dan ganas de hacer “chichí”. Cuando entro al salón —el 205, que es bastante grande—me encuentro con Aura, Gilma, Angélica y Cristina…

Andrea—o Andreíta, como le dicen de cariño todos en la Alianza—, dos días antes, a las seis y diez de la tarde, cuando me pidió que la remplazara, me informó que el grupo era de 15 personas, que era módulo 7, lo que quería decir que debía trabajar con el libro verde, Alter Ego 2, dossier 6Alternativesleçon 1, páginas 92 y 93, en fin: les pronoms indirects y et en, y les marqueurs chronologiques

La Alianza Francesa de Bucaramanga —sí, otra vez esta, porque de las demás no sé— trabaja con tres libros, o méthodes, como se dice en esta lengua refinada— eso, por su fama: Alter ego 1, el amarillo; Alter ego 2, el verde, y Tout va bien 3, el verdoso-claroso. Esos libros, en general, son fáciles para el maestro —para el aprendiz también—por la manera como proponen el desarrollo de la clase; en fin: pas difficile.

Hago un recorrido rápido a la cara de mi nuevo público —eso porque siempre he tenido delirio de artista—, mientras me dirijo al fondo del salón, donde está le magnétophone, o sea la grabadora, que es lo que más se utiliza acá, para poner les enregistrement, o sea las grabaciones de los ejercicios del libro; percibo un poco de duda—dos horas más tarde, Angélica, mi nueva amiga, me diría: “Creí que eras un compañero nuevo; ¿el profesor? ¡Jamás! Eres muy joven”—; sí, dudan, no creen que sea monsieur le prof, y me incrementan los nervios… Llego al fondo de la sala, pongo la espalda en el trablero, y saludo: “Bonjour”, “Bonjour”, responden en coro.

— Oye, qué pena, pero: ¿y Andrea, dónde está Andreíta?

Esta es Angélica, de 20 años, estudiante de Derecho, en la UNAB, y con su pregunta —bueno, a mi parecer—muestra algo de preocupación en qué yo sea su profesor… “Sabrá Dios por qué, ni porque no tuviera barba”, pienso. Le respondo en Francés, y por la emotividad de su rostro, parece que no ha entendido nada: grave cosa.

Andreíta, mujer joviale, de 35 años, tiene como proyecto para el mes de julio viajar a Francia para cursar una capacitación de profesores de lengua extranjera. A esta hora debe de estar diligenciando algunos documentos, por eso la remplazo.

Por lo que me cuentan estas cinco estudiantes, el resto del grupo no ha venido a causa de las evaluaciones finales… “¿Exámenes finales en abril?” “Ah, pues claro, es que la mayoría son de ingenierías de la UIS.” Esta última es Gilma, y me recuerda a la abuela que nunca he tenido. Tendrá 60 años —no me atrevo a preguntarle—, usa gafas, cabello corto, y tiene una de las sonrisas más amables que he conocida… “Abuelita, la que nunca tuve, me has dado tranquilidad”, pienso. Con esa sonrisa de doña Gilma se han alejado los nervios: moi, je suis tranquil, y comienza la clase…

Que qué es un pronombre, que cuál es su función, que si se acuerdan de los pronombres y et en, que remplazan complementos de lugar, que estos son la misma vaina, pero remplazan objetos indirectos, que es fácil, que por qué no me entienden, que qué no entienden, que en este ejemplo qué pasa, que en este otro qué están remplazando, que no está difícil, que es muy fácil, que me entiendan ¡por favor!... El tema es un poco raro, algo complicado, y en eso se pasan las dos horas. Me parece que Aura, de 19 años, estudiante del Columbia College, de Diseño, fue la que más entendió.

“Y, qué tal, ¿no hubo problemas?” Otra vez estoy en el bureau, o sea: oficina, de Diana, para entregarle la llave del salón, y firmar el recibo donde figura mi salario por dos horas: 26400 pesos. “Oiga, no haga esa cara de bobo que eso no es todo lo que se le va a pagar: falta reducir el 10%.” Bueno, pienso, pas mal, mi mejor amigo se levanta a las cuatro de la mañana, se va para la plaza de San Francisco, ayuda a otro gran amigo a mercar en grande, llevan el mercado a la Universidad Santo Tomás, sede sur, termina a las 11:30, y gana 12000 pesos por la jornada.

Voy saliendo tout joyeux, o sea: alegre; pero de repente: “Angélica es la más bonita de la clase.”