lunes, 13 de diciembre de 2010

Martin, la imagen y el profesor

La imagen cinematográfica, al ser movimiento, reproduce, con un primer grado de credibilidad, las mismas estructuras de la existencia y, lejos de trasmitir sólo ideas y conceptos, es al mismo tiempo, magia, sentimiento y razón[1].

¿Será posible apartar del aula de clase los diversos medios de expresión pertinentes para la significación? ¿Es posible trabajar con el lenguaje escrito: los cuentos, las novelas, las noticias…, y rechazar el abordaje, por ejemplo, de la imagen? ¿Posibilita este alejamiento el desarrollo de una metacognición favorable en ámbitos del lenguaje, para el estudiante? Estas preguntas se pueden plantear después de observar el desarrollo que tienen la mayoría de los cursos de Lengua Castellana en la secundaria, donde se supone que se da la mayor aproximación a los medios de expresión y significación. Pero, ¿a qué se debe esto? Probablemente a la poca relación que pueden tener los maestros de estas áreas con lo referente a la cinematografía, la fotografía y cualquier otro medio que se aleje de la expresión a través del lenguaje verbal o escrito, además de los mitos enraizados en los procesos formativos que ellos guían.
La cinematografía, para muchos, es una pérdida de tiempo en el aula. La distracción, el juego y la facilidad con que supuestamente se puede tratar la secuencia narrativa del filme son los obstáculos que impiden trabajar un lenguaje igual de complejo a los demás: ¡error y mito! Para apoyar la hipótesis de que estas ideas están erradas, basta con apoyarse en los argumentos expuestos por Juan Fernández y Socorro Duaso, cinematógrafos españoles, que defiende la aproximación icónica que se puede llevar al aula: según los expertos, una secuencia de imágenes, como la desarrollada por el filme, exige complejas capacidades al receptos: Un nivel sensitivo- perceptivo, otro afectivo- emotivo y un último lógico-racional; he aquí la complejidad ignorada: la cohesión entre la magia, el sentimiento y la razón… ¿Rechazan algo tan complejo?
Así las cosas, se puede pensar que si los profesores se quejan del mal funcionamiento didáctico de la imagen es porque verdaderamente ellos no conocen; si seleccionan una película, lo hacen mal; no saben abordar medios de significación tan interesantes como estos, y por otro lado, están los mitos incrustados en las mentes y los procesos retrógrados de tantos maestros; las ideas tan efímeras e inválidas como la que resaltan los expertos citados anteriormente: Los valores, las instituciones, los ideales, han de ser explicados, comprendidos y asumidos racionalmente, marginando cualquier otra forma de aprendizaje que no ofrezca las garantías de la lógica[2]. En fin, es cierto y bastante interesante, que la comprensión de una presentación cinematográfica es ante todo emotiva, a partir de un cúmulo de elementos sensitivos, pero también se llega a abordar la razón, debido a la metáfora que también puede desarrollar un signo icónico.
Resta decir que hay que ser conscientes con el proceso educativo, más en los ámbitos de la significación; se debe educar para la ciencia, pero también para las demás esferas de la existencia. No hay que rechazar el arte en el aula. ¿Por qué no promover a un futuro pintor, cinematógrafo, actor o analista crítico de la imagen?




[1] FERNÁNDEZ IBÁNEZ, Juan; DUASO, M. Socorro. EL CINE EN EL AULA: Lectura y expresión cinematográfica. Madrid: Narcea, 1982, p. 34.
[2] FERNÁNDEZ IBÁNEZ, Juan; DUASO, M. Socorro. Op., Cit. p. 34.

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